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01 octubre, 2019

Mi experiencia con el AUDIODESC


¡Hola a todos!

Sí, hoy vengo mucho más animada. Y es que  mi mamá salió mucho mejor en sus estudios y parece que se ha curado milagrosamente.

Pero bueno, este post no va de lo contenta que estoy por ello, sino de que finalmente probé con mis propios oídos cómo funciona el AUDIODESC, el sistema descriptivo que se utiliza en las películas para los invidentes. Este sistema consiste en que una voz humana vaya describiendo lo que sucede en los momentos de silencio, así, la persona  discapacitada puede irse imaginando las escenas…y es toda una pasada, créanme.

Yo lo probé en Netflix, específicamente en la película Bird Box, la cual he disfrutado como no tienen una idea y que además está buenísima. De verdad se los recomiendo, asimismo me complace informarles que este sistema ya no solo está en España, sino también en diversas páginas de internet, en donde pueden descargar las películas en formato mp3 y llevarlas en sus celulares a donde quieran.

Y bueno, creo que es todo, insistirles con que prueben el AUDIODESC en Netflix o busquen en google “películas con AUDIODESC”, verán que no se van a arrepentir.

¡Besos y abrazos, se les quiere!

22 agosto, 2019

Angustias personales


Hola a todos:

Ya sé, que no tengo perdón de Dios de aparecerme hasta tres años después, pero muchas cosas han pasado en mi vida y tuve que dejar este blog por mantener el literario entre otros menesteres.

No obstante, hoy no vengo con buenas nuevas, sino sintiéndome todo lo angustiado que se puede sentir una persona como yo (invidente, con lupus y epiléptica) y es que, mi madre está enferma pero no saben que es lo que tiene. La semana entrante irá a ver a un especialista, pero mientras tanto yo estoy llorando y con el Jesús en la boca. Ya sé, debería tener fe y mantenerme fuerte para ella, pero en lo único en que puedo pensar es en qué voy a hacer si se me muere. Sigo sin poder trabajar las ocho horas corridas, por ende no tengo un empleo que me dé de comer. Y mis libros tampoco me están retribuyendo monetariamente todavía.

Estoy intentando conseguir editorial para mi libro de superación personal, por favor, si alguien sabe de alguna, póngase en contacto conmigo escribiendo a: itzabellaortaceli@gmail.com.

Desde ya, gracias a todos y les deseo una linda noche.

30 octubre, 2016

Cosas curiosas


¡Hola a todos!

Ya sé, que a esta pobre criatura la agarro cada que se me antoja…pero bueno, espero, además de irle dando forma de diario informativo sobre la discapacidad visual, convertirla también en algo personal, una especie de bitácora dónde compartir mis peripecias personales, fuera del ámbito literario.

Resulta que el día de ayer renuncié a mi trabajo principalmente, por cuestiones de salud. Es sumamente difícil entender que no puedo rendir ocho horas de trabajo como los demás, porque simplemente, mi cuerpo colapsa. Es algo que todavía no supero, si he de ser honesta, el hecho de tener un cuerpo tan debilucho y enfermizo, y me enfurece hasta las lágrimas, lo juro, pero tampoco es algo que esté en mis manos solucionar.

La cuestión es que mi principal preocupación radicaba en que por supuesto, ya no voy a tener ingresos monetarios, e independientemente de que soy una compradora compulsiva, la mitad de mi quincena se la daba a mi madre, para que ocupara ese dinero en lo que ella necesitase. El caso es que ya no podré darle ese poco o mucho apoyo. Y me sentía bastante mal, angustiada incluso, porque aunque no nos estamos muriendo de hambre en mi casa, bueno, me choca sentir que no puedo ayudar a mi madre de algún modo.

Así que desde anoche comencé a orar para que Dios me ayudase a sacar algunos pesos de mis letras, a saber, a lo mejor puedo vender cartas navideñas, o trabajar para alguna empresa que necesite de servicios de redacción. Y por supuesto, me pregunté de qué carajo me servía que tuviera cierto número de lectores aquí o allá, o menciones honoríficas, o publicaciones…si nada de eso me daba un quinto para aportar a mi casa.

El caso es que acompañé a mi hermana a comprar comida (unas gorditas que son una exquisitez), y mientras compartíamos un refresco me topé con la sorpresa de que el dueño del negocio es uno de los profesores que me dio clases en la preparatoria. Yo lo saludé, muy contenta, y a él también le dio mucho gusto verme…pero casi me desmayo cuando me dijo que no eran nada de las diez gorditas ni del refresco, porque él nos las iba a invitar. Y no estamos hablando de cinco pesos.

Desde entonces he pensado muchas cosas durante el transcurso del día. A lo largo de mi caminar me he topado con mucha gente, pero en realidad no me doy cuenta del impacto que causo en ella, porque vaya, no es mi intención ser el centro, más bien procuro vivir la vida lo mejor que puedo, como cualquier otra persona. Sin embargo, esa gente me recuerda con mucho cariño. Algunos me admiran, y yo no entiendo por qué. «Porque haces cosas extraordinarias», me han dicho, pero yo sigo sin ver nada de eso.

Y aunque mis letras no me dan para subsistir todavía, al menos sé que mi torpe mortalidad nos consiguió, a mi familia y a mí, gorditas para comer, y eso me hace sentir sumamente agradecida con mi maestro, con la vida, y con aquel que está allá arriba. En fin, que espero que mi maltrecho cuerpo se recupere y pueda conseguir un nuevo empleo…si alguien sabe de algo relacionado con letras o psicología, ya saben, no duden en avisarme.

¡Feliz noche a todos!

09 marzo, 2016

De gente sin vergüenza y leyes que son una burla


Bien, vamos a ver…intentaré ir por partes para que no se hagan bolas y puedan entender este artículo al completo.

Primeramente, decir que aparte de mi ceguera, tengo una enfermedad llamada Lupus, la cual afecta mi sistema nervioso. Esto me hace cuidarme del sol, saber trabajar el estrés, no desvelarme entre otras cosas. De igual forma, hará cosa ya de un año que me diagnosticaron epilepsia en el lóbulo temporal, lo cual, es un poquito más complicado de explicar.

En resumen, los síntomas que presento cuando me da un ataque son: alucinaciones, dolor de cabeza, contracción de los músculos, (cosa que duele como el mismísimo infierno, por cierto) irritabilidad, aturdimiento, fatiga, y en general, tengo una seria incapacidad para tolerar los ruidos fuertes, porque son estos los que en su mayoría, me disparan los ataques.

Ahora sí, pasemos al meollo del asunto.

Soy de las que no se auto compadece. Soy, de las que se ha abierto camino a codazos, entronconazos con la gente y tropezando y cayendo más de una vez, pero siempre volviéndome a levantar. Si se me presenta un obstáculo busco resolverlo, hacer las cosas por mí misma. En la universidad, por ejemplo, si teníamos que leer un libro lo buscaba en PDF por todos los medios para tener acceso a él. Con la PC, intento ingeniármelas para utilizarla como cualquier otra persona, ya que el lector de pantalla no siempre puede acceder a todas las páginas a las que necesito entrar. Si cuando tengo un evento tengo que subir escaleras lo hago y punto. Si me estrello contra algo me sobo el madrazo y ya está.

Pero lo cierto es, que ahora con lo de la epilepsia, mi vida se ha visto bastante limitada, ya que no soporto la gran mayoría de los ruidos. Si tengo que salir a la calle, e incluso a reuniones familiares con poquita gente, tengo que tomar una bomba de medicamento que me droga los sentidos y el cerebro, a fin de no tener una crisis. Paso la mayor parte de los días encerrada en mi casa, pero he encontrado cosas que hacer, aunque no me reporten ninguna remuneración económica, yo las hago con todo el entusiasmo y el gusto, porque de eso a quedarme viendo como pasa la vida, prefiero hacer eso. Tengo un título en psicología que no puedo ejercer por lo mismo (lo cual me parece una ironía tremenda, porque me maté estudiando), me han publicado cuentos y hasta tengo una novela en papel, pero nada de eso me da para comer, porque mi novela fue autopublicada, lo que quiere decir que yo pagué el tiraje, es más, ni lo pagué yo, sino uno de mis tíos. O sea, que mi madre me sigue manteniendo, y eso sí me avergüenza y me encabrona. Pero bueno, la vida es como es y qué le vamos a hacer.

Empero, y a pesar de que me siento muy orgullosa de mis pocos o muchos logros, me ha ocurrido algo que no solo me parece irónico, sino una mentada de madre.

Y es que mi santo y virginal padre se ha atrevido a demandarme. Resulta que él nos pasaba una gran, descomunal pensión de cinco mil pesos para mi hermana y para mí (quien sigue en la universidad, una universidad privada, además), pero como se enfermó (várices esofágicas, principios de cirrosis) por tomar agua pura y alimentarse sanamente (nótese el sarcasmo), pues ahora ya no quiere pagar nada. Al fin y al cabo, pobrecito, tiene que dejar de beber y comer tantas porquerías grasientas…ah, y además alega una insuficiencia cardiaca que no le noto por ningún lado, para más, mi abuela que en paz descanse sí que no podía respirar (culpa del cigarro, gente, no fumen) y no se andaba con jaladas. ¡Pero eso sí! El señoritingo sigue saliendo de parranda, se va a comer tacos de puerco todos los fines de semana y, para recalcar, él si puede trabajar a diferencia mía.

Pero vaya, cinco mil pesos…es una miseria, ¿a que sí?

Lo que ha colmado el vaso de mi paciencia y mi cariño incondicional de hija ha sido el descaro. Ese descaro de que como su hija es brillante, tiene un título y además ya publicó un libro (no mencionó lo de la epilepsia porque no, eso no le conviene al hombre), entonces no necesita de él, quien sí se está muriendo y que ya no puede pasarle pero ni un céntimo. Esa poca vergüenza para poner en mi contra todo lo que he logrado partiéndome la madre y sin él (cosas que yo le compartí por imbécil, porque es mi padre y quería que se sintiera orgulloso de mí), pero eso sí, sin argumentar ni tener un poquito de consideración con el hecho de que puñeteramente no puedo percibir un ingreso monetario por una enfermedad que no pedí. Y todavía tiene el descaro de llamarme y decir que me quiere mucho…qué poca madre, con todo el respeto.

¿Y por qué yo no demando?

Pues ahí va la otra parte interesante: resulta que legalmente, solo se considera discapacitados a quienes presentan alguna incapacidad mental. O sea, que ya me jodí.

Ahora entiendo muchas cosas: porqué hay tanta gente pidiendo limosna en las calles, porqué los discapacitados no quieren salir adelante, porque corren el riesgo de que sus padres o tutores se caguen en ellos después, ya que encima, no hay ley que proteja a los que están en silla de ruedas, ciegos, sordos, con parálisis en alguna parte del cuerpo…Pero eso sí, al gobierno le encanta tomarse fotos con nosotros, decir que regalaron no sé cuántos bastones y silla de ruedas. Es una burla. Chingaderas, como diríamos en mi pueblo.

No voy a demandar porque no tengo dinero para un abogado, porque las leyes en México son una mierda y porque francamente, presentarse en los juzgados (cosa que para hacer, tendría que estarme drogando a cada rato) es tan desgastante, ya lo viví con el divorcio de mis padres, y te tratan mal, te gritan y te humillan, y encima los jueces se venden al mejor postor.

Pero necesitaba decirlo. Y pedirle a todos esos padres a los que les importa un pepino sus hijos… (Con discapacidad o sin ella), que por favor, no sean tan canallas como el mío. Si en verdad los quieren, muestren un poquito de consideración. El cariño no solo se dice de dientes para afuera, se demuestra. Los hijos aprendemos a amar incondicionalmente a los padres, desde pequeños ellos son nuestros héroes, y no tienen idea de lo horrible que es el que esa persona a la que tú tanto quieres se cague en ti. Por favor, les suplico no lo hagan.

Y respecto a las leyes de México…métanselas por donde mejor les quepa.

01 mayo, 2015

¿Discriminación? ¿Dónde?


No es la primera vez que oigo la expresión plasmada en el título de este artículo. « ¿Discriminación? ¿Aquí en México? ¡No, para nada, eso no se da!». Y cada vez que la oigo no puedo evitar reírme, porque aunque sí, hay lugares en donde existe mucha mayor consciencia hacia los discapacitados, la discriminación se da en todas partes del globo terráqueo. Y la explicación es muy simple: el ser humano se desconcierta / asusta ante lo desconocido, ante lo que no comprende. Por ende, la discriminación se da aquí y en China, gente, incluso en los países llamados «primermundistas».

Pero el día de hoy no voy a debatir sobre dónde hay más discriminación (qué, por otra parte, no me reporta ningún beneficio en lo personal), más bien, me gustaría compartir los eventos discriminatorios que más me han marcado a lo largo de mi vida.

Recuerdo que mientras iba a la secundaria, llevábamos la materia de física. Yo nunca he sido buena con las matemáticas, ya que aparte de ser ciega, soy disléxica. ¡A que es gracioso! A mí me da gracia ahora xD…el caso es que dentro de la materia acudíamos al laboratorio para hacer experimentos. En una ocasión, íbamos a trabajar con materiales peligrosos, y vengo yo y le explico a la profesora que me era imposible hacer la práctica. El trabajo era en equipo, así que yo propuse hacerme cargo de la compra de los materiales, a cambio de que el resto de integrantes de mi equipo hicieran la práctica. Yo iba a estar presente en ella, por supuesto, porque ellos bien podían describirme lo que pasaba en el experimento, aunque yo no trabajara directamente con la pipeta.

Pero me quedé helada cuando mi profesora se negó. «Tienes que trabajar tú misma con la pipeta», me dijo. «Si te describen lo que pasa, entonces no serán tus propias observaciones, y es como que si no estuvieras…». Me quedé tan pasmada que al principio no le respondí. Después pensé que no me había explicado bien, o sea, que el hecho de «ser ciega» no había quedado lo suficientemente claro, así que con toda la paciencia del universo, volví a explicarle a mi profesora que yo no veía —que, por otra parte, era ridículo, ya que íbamos a mitad del curso—, por aquello de que no le hubiera quedado claro. Luego, le expliqué que al no ver, corría el riesgo de quemarme si usaba la pipeta…y entonces, ella me cortó: «si vas a esperar que todos te tengamos consideración, entonces, no vas a poder mucho con este mundo, niña. El mundo, allá afuera (como si estuviera en una escuela especial) es cruel, y nadie te va a tener consideración. Te estoy haciendo un favor, créeme. Si no puedes hacer el experimento entonces, simple y sencillamente tienes cero en lo que respecta a la parte práctica de tu calificación.»

No podía creérmelo. Quiero decir, me he topado con un montón de gente ignorante en mi corta trayectoria, pero aquello era el colmo del atarantamiento —por no decir otra cosa—. En mi ingenuidad, acudí a la madre coordinadora —estudié hasta la secundaria en un colegio de monjas—, pero cuál va siendo mi sorpresa que ella opinaba exactamente lo mismo que mi maestra. Es más, tuvo el descaro de decirme que mis notas en matemáticas eran bajas —mas no reprobatorias—, y que eso no estaba bien, porque aquella era una escuela de prestigio… ¿Se imaginan mi estupefacción e indignación, no? Seguro que sí. Habían chicos suspendiendo materias, pero la monja me echó el sermón del siglo porque mis notas en matemáticas eran bajas. Le conté a mi madre lo ocurrido y, al día siguiente, ella fue a hablar con la madrecita coordinadora, porque seguramente se había puesto así conmigo por ser yo sólo una chiquilla de catorce años.

Pero mi edad no tenía absolutamente nada que ver. Las palabras exactas que la monja le dijo a mi madre fueron: «señora, si su hija no puede con el ritmo de esta escuela, entonces sáquela, que aquí no es ninguna institución para discapacitados». Mi madre estaba furiosa, y yo también, por supuesto. Al final, tuve cero en esa parte de mi calificación, pero de puro milagro no suspendí la materia. Al final, terminé la secundaria en «esa prestigiosa escuela», y me fui a otra parte para hacer el bachiller. Sé que hasta la fecha, las dichosas monjitas no aceptan en su «prestigiosa escuela» a ningún discapacitado, y que los pocos que han tenido, han sido discriminados hasta la saciedad. Más tarde o más temprano, el carma y mi sexy hermana menor se encargaron de darle lo suyo a la madre coordinadora y a la profesora que me discriminaron, aunque por desgracia, las monjas siguen haciendo de las suyas con los que «no podemos con el ritmo de su prestigiosa escuela».

Curiosamente, el siguiente evento discriminatorio más fuerte vino cuando, precisamente, intentaba por todos los medios encontrar una escuela que me aceptara para estudiar el bachillerato. Había entrado a estudiar en el sistema abierto, pero cuando llegó la hora de los exámenes y yo pedí que se me aplicaran de forma oral, el encargado de las prepas abiertas de la secretaría (sí, ¡de la SEP!) se negó en redondo, porque según él, mis maestros podían favorecerme anotando las respuestas correctas y no las que yo les diera. Para no hacerles largo el cuento, dejé el sistema abierto porque el tipejo estaba empeñado en joderme la existencia, y, encima, tuvo la desfachatez de decirle a mi madre: «señora, ¿para qué estudia su hija? Nadie le va a dar trabajo…». Por fortuna, encontré una institución que, con todo y sus sinsabores —porque como dije antes, la discriminación está a la orden del día— me permitió sacar la preparatoria en un sistema regular y escolarizado. Fue ahí donde estudié la universidad… y fue en la universidad donde ocurrió el siguiente evento:

Resulta que ya cuando estaba a punto de graduarme —en el último semestre, de hecho—, dos “simpáticas” profesoras se empeñaron en fastidiarme hasta el cansancio, basándose en el argumento de: «¿qué clase de psicóloga vas a ser si no puedes observar al paciente? ¡Tú no puedes ser psicóloga!». ¡Por favor! Si tanto les preocupaba el tipo de psicóloga que iba a ser, me hubieran soltado aquello en los primeros meses de la carrera, no cuatro años después. Afortunadamente, para ese entonces yo era un hueso duro de roer, y que me partiera un rayo si dejaba la carrera en el último semestre. Antes me daba un baño en mierda, joder. Cierto, en algunos instantes no me quedó más que morderme la lengua, porque a veces es necesario hacerlo. Aunque existan leyes, aunque existan muchas cosas, a veces, morderse la lengua y encerrarse en un cubículo de los aseos para llorar amargamente es lo único que nos queda. Eso, y aguantar los chingadazos lo mejor posible. Hubo momentos en los que no me podía contener y mal contestaba, porque aunque soy una persona paciente, cuando alcanzan mi punto de encabronamiento…más vale que corran. Mis profesoras no corrieron, desde luego, porque ellas tenían agarrada la sartén por el mango, pero tampoco consiguieron que yo desistiera de graduarme. Y me enorgullece decir que fui el promedio más alto de mi generación. No sé si sea buena o mala psicóloga, eso no lo juzgo yo, aunque por los rumores que me han llegado de la gente que ha recibido mis talleres, creo que me defiendo bastante bien ;-)

Lo que quiero que quede claro con este artículo es que la discriminación está y estará allí siempre. Pero no por eso debemos desistir, creo firmemente que los invidentes podemos hacer un sinfín de cosas, no sólo vender periódicos en las calles —y ojo, con esto no quiero decir que eso sea denigrante, uno de mis instructores de bastón blanco a eso se dedicaba, y se conocía la ciudad de punta a cabo—, no sólo pedir limosna, sino prepararnos y estudiar una carrera, y salir e intentar conquistar al mundo, como cualquier otra persona. ¿Qué no es fácil? No, no lo es, cuesta un huevo y el otro, pero vale la pena intentarlo, vale la pena pelearse con la gente, con los maestros, con tus propios compañeros de clase, porque al final, al final sólo nos quedará lo que nosotros mismos podamos hacer, porque nos guste o no admitirlo, nuestros familiares no van a ser eternos, y entonces sí, sabremos lo que es vérselas negras.

Por eso, si tienes algún conocido con alguna disminución visual, anímalo a salir de casa, a estudiar, a hablar de su problema y a burlarse de él, porque sí, cuando la vida te da la espalda, lo mejor es darle una nalgada, ¿y quién mejor que un ciego para hacer cosas con las manos? ;-)

17 abril, 2015

Presentación


¡Hola a todos!

Algunos ya me conocerán, pero otros no, así que vamos a empezar desde cero:

Mi nombre es Teresa Araceli Huerta Ortega, y vivo en el lindo pueblo de Tapachula, estado de Chiapas, México. En la red se me conoce como Itzabella Ortacelli, o como Kajiura, pero sea cual sea el nombrecillo, las tres chicas soy yo xD.

Perdí la vista a los once años, a causa de una enfermedad llamada lupus eritematoso sistémico. Sin embargo y, debido a que en ese entonces no existía mucho apoyo para nosotros los invidentes, me vi obligada a continuar mis estudios en escuelas regulares, es decir, con niños que veían perfectamente. Actualmente mi visión es de un cinco por ciento y se podría decir que entro en la categoría de ciego parcial, es decir, que únicamente percibo luces y sombras a mi alrededor. No obstante, eso no me ha impedido forjarme una carrera universitaria y alcanzar mis sueños: en la actualidad, me dedico a impartir talleres y conferencias, además de escribir y publicar novelas, cuentos y líneas que medio riman y a las que según se les llama versos =P

La intención de crear este blog es para conocer a más gente que, valga decir, me encanta conocer nuevas personas, aunque me gustaría saber de la existencia de otros invidentes, sean mexicanos, españoles, chilenos, argentinos, venezolanos o japoneses, eso sí, que hablen español, por piedad. También se aceptan a los padres de niños ciegos o débiles visuales que, si en algo puedo yo ayudarlos, con mucho gusto. Intentaré manejar la misma dinámica que en mi blog literario, es decir, publicando un artículo cada semana —relacionado con el mundo de la ceguera— el cual, agradecería que sea quien sea el que lo lea, por favor, difúndalo, que la gracia de esto es hacer llegar a más personas la información.

En caso de que deseen ponerse en contacto directo conmigo, pueden escribir a: tess_itza_ortaceli@hotmail.com, yo les atenderé con gusto, eso sí, por favorcito, no me dejen vacío el cuadro de asunto, mínimo pónganme «Hola, aquí invidente enviándote ondas intergalácticas» o algo por el estilo, que si no los correos van directo a la papelera de SPAM.

Y ya saben… ¡tecleen, que yo los leo!

¿O debería decir que los oigo? xD