30 octubre, 2016

Cosas curiosas


¡Hola a todos!

Ya sé, que a esta pobre criatura la agarro cada que se me antoja…pero bueno, espero, además de irle dando forma de diario informativo sobre la discapacidad visual, convertirla también en algo personal, una especie de bitácora dónde compartir mis peripecias personales, fuera del ámbito literario.

Resulta que el día de ayer renuncié a mi trabajo principalmente, por cuestiones de salud. Es sumamente difícil entender que no puedo rendir ocho horas de trabajo como los demás, porque simplemente, mi cuerpo colapsa. Es algo que todavía no supero, si he de ser honesta, el hecho de tener un cuerpo tan debilucho y enfermizo, y me enfurece hasta las lágrimas, lo juro, pero tampoco es algo que esté en mis manos solucionar.

La cuestión es que mi principal preocupación radicaba en que por supuesto, ya no voy a tener ingresos monetarios, e independientemente de que soy una compradora compulsiva, la mitad de mi quincena se la daba a mi madre, para que ocupara ese dinero en lo que ella necesitase. El caso es que ya no podré darle ese poco o mucho apoyo. Y me sentía bastante mal, angustiada incluso, porque aunque no nos estamos muriendo de hambre en mi casa, bueno, me choca sentir que no puedo ayudar a mi madre de algún modo.

Así que desde anoche comencé a orar para que Dios me ayudase a sacar algunos pesos de mis letras, a saber, a lo mejor puedo vender cartas navideñas, o trabajar para alguna empresa que necesite de servicios de redacción. Y por supuesto, me pregunté de qué carajo me servía que tuviera cierto número de lectores aquí o allá, o menciones honoríficas, o publicaciones…si nada de eso me daba un quinto para aportar a mi casa.

El caso es que acompañé a mi hermana a comprar comida (unas gorditas que son una exquisitez), y mientras compartíamos un refresco me topé con la sorpresa de que el dueño del negocio es uno de los profesores que me dio clases en la preparatoria. Yo lo saludé, muy contenta, y a él también le dio mucho gusto verme…pero casi me desmayo cuando me dijo que no eran nada de las diez gorditas ni del refresco, porque él nos las iba a invitar. Y no estamos hablando de cinco pesos.

Desde entonces he pensado muchas cosas durante el transcurso del día. A lo largo de mi caminar me he topado con mucha gente, pero en realidad no me doy cuenta del impacto que causo en ella, porque vaya, no es mi intención ser el centro, más bien procuro vivir la vida lo mejor que puedo, como cualquier otra persona. Sin embargo, esa gente me recuerda con mucho cariño. Algunos me admiran, y yo no entiendo por qué. «Porque haces cosas extraordinarias», me han dicho, pero yo sigo sin ver nada de eso.

Y aunque mis letras no me dan para subsistir todavía, al menos sé que mi torpe mortalidad nos consiguió, a mi familia y a mí, gorditas para comer, y eso me hace sentir sumamente agradecida con mi maestro, con la vida, y con aquel que está allá arriba. En fin, que espero que mi maltrecho cuerpo se recupere y pueda conseguir un nuevo empleo…si alguien sabe de algo relacionado con letras o psicología, ya saben, no duden en avisarme.

¡Feliz noche a todos!

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